El rey tenía riqueza y poder, pero quería más. Quería vivir para siempre. Para este fin, hizo un pacto con los diablos: su vida estaría ligada a su riqueza. Cuanto más dinero poseyera, más tiempo viviría.
En su búsqueda de la inmortalidad, el rey comenzó a saquear su propio reino. Hasta el día de hoy envía a sus monstruos, saqueando y pillando a ciudadanos indefensos, acumulando su oro cada vez más alto.
Protege la aldea, recupera su oro y, finalmente… derriba al rey impulsado por la avaricia.